Sistema
de lectura y escritura en relieve, inventado en el siglo XIX por el francés
Louis Braille, se basa en la combinación de seis puntos ordenados en dos
columnas de tres cada una, que pueden ser percibidos a través del tacto. Los
seis puntos cuya combinación da sesenta y cuatro caracteres permiten la
escritura de las letras del alfabeto, signos de puntuación, los números y los
signos matamáticos.
Para
su escritura se requiere de una pizarra y un punzón; al ir aplicando el
punzón en cada punto de derecha a izquierda, éste va quedando marcado en alto
relieve, de tal forma que al sacar el papel de la pizarra y darle la vuelta,
los puntos quedarán resaltados y se podrá leer al tacto.
La
lectura y la escritura son fundamentalmente procesos de significado y no de
simple traducción o copia de caracteres o signos. Desde esta perspectiva como
lo afirma Ferreiro, el acto de leer no es únicamente visual, pues comprender un
texto es un proceso que opera sobre la base de la información que ya posee el
lector. En cuanto a la escritura se trata de decir algo a alguien, leer y
escribir operan y tienen sentido en el plano de la comunicación. En este
sentido la pregunta no es sobre el Braille sino por lo que significa leer y
escribir. El Braille se configura en la escuela como la herramienta que
posibilita el acceso a la lecto-escritura, es decir como el paradigma de verdad
y la puerta de entrada a los beneficios de la sociedad moderna tales como el
trabajo, los adelantos científicos profesionales y culturales que de otra
manera no estarían a disposición de las personas ciegas.
Una
vez ubicado en la escuela, el Braille inicia su recorrido como
herramienta de la lecto-escritura, asumiendo las estructuras formales de
cualquier proceso de enseñanza aprendizaje.
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